lunes, 5 de marzo de 2007

Da gusto que te gane gente así

Oí hablar de Luis Alberto Marco por primera vez en el viaje al campeonato andaluz de campo a través de 2005. Era un viaje terrible, ocho horas de autobús entre Jaén y Jerez de la Frontera y alguien había tenido la feliz idea de llevar una revista especializada con la que alimentar las tertulias atléticas que se iban formando mientras tragábamos kilómetros y kilómetros. En el apartado de categorías inferiores, aparecía él como figura destacada, por combinar como nadie las especialidades de pista y cross. Poseía unas marcas para nosotros inalcanzables y, según se decía, una técnica y una elegancia comparables tan solo a las figuras ya consagradas del atletismo mundial. Ninguno íbamos a optar a la victoria por lo que no fué ningún trauma reconocer que ésta ya tenía dueño.

Efectivamente, el amigo Luis Alberto se hizo con el campeonato andaluz junior de aquel año, ganando con solvencia, fácil y suelto, como lo hacen los grandes y como a todo el mundo le gustaría hacerlo. Esto lo sé porque me lo contaron, pues aquel día, aun siendo una de las mejores carreras de mi vida, no pude más que verle la espalda durante los primeros metros de la prueba y hasta un año más tarde no pude ser consciente de su extraordinaria forma de competir.

La ocasión me llegó cuando presenciaba la final del campeonato de España universitario y lo vi pasar, en apenas cincuenta metros, de la sexta a la primera posición, ganando a atletas con mejor marca y más experiencia que él. Fué algo espectacular. Cuando al final de la recta de meta todos se hundían, él se puso el machete entre los dientes y no dudó en abrirse hasta la calle tres, obviando los metros de más que ello implicaba, para fulminar a sus rivales, como lo hubiera hecho un rayo, en la misma línea de meta. "Como un ferrari adelantando a siete seat panda", se llegó a decir de él aquella mañana de mayo.

Ha hecho de esta forma de ganar carreras su modus operandi y lo pone en práctica siempre que puede, haciéndose con nuevas victorias y títulos nacionales. Su penúltima gesta, con la que dió un puñetazo sobre la mesa y reafirmó la tradicional hegemonía del mediofondo andaluz en el panorama nacional, la llevó a cabo hace dos semanas, en su Sevilla natal haciéndose con la medalla de plata en la final del campeonato de España absoluto, prematuramente (le faltan dos años para llegar a esa categoría), contra todo pronóstico y venciendo a sendos medallistas europeos: Miguel Quesada y Juande Jurado.

Con tan brillante actuación, se ganó su puesto en la selección española que nos representaría en el europeo de Birminghan, celebrado este fin de semana, donde, como no, la volvió a liar. Calló las voces de los que apelaban a su inexperiencia y a la enorme carga que supondría correr tres carreras en tres días y fué pasando rondas hasta meterse en la final, donde corrió fiel a su estilo: con una frialdad táctica impropia de su edad, se mantuvo en la cola del grupo, ajeno a las luchas y codazos habituales en pruebas de tanta intensidad hasta la última curva, en la que asestó el hachazo final que le llevó, literalmente, a comerse sus rivales hasta el punto de ser cuarto en línea de meta, con el mismo tiempo que el tercero. En la zona mixta, rebosando alegría y acido láctico, declaró que con unos metros más de carrera hubiera ganado al tercero pero que, si antes del campeonato le dicen que sería cuarto, no se lo hubiera creído. Ambición y sencillez a partes iguales, la combinación perfecta de los campeones.

En esa misma carrera, corría otro español, Miguel Quesada, que fué segundo; las portadas de hoy repiten la foto del mágico triplete en la prueba de 1500m; al bueno y ya grande Luis Alberto Marco no le faltan elogios. Yo me sumo a ellos y, además de envidia, siento orgullo: porque es andaluz, me cae bien, es atleta, no dudo de su trabajo diario y me alegra que Dios, o el destino, qué más da, además de suerte reparta justicia.

jueves, 1 de marzo de 2007

Primera Clase: Entre Gutemberg y Bill Gates

Si Gutemberg levantara la cabeza... se golpearía con la lápida, eso ya lo sabemos. Sin embargo, una vez superado el dolor momentáneo y acostumbrados sus ojos a la claridad nuclear que este su futuro irradia, se daría de bruces con una realidad que le obligaría a tirarse de la barba unas cuantas veces antes.


Que el mundo que él dejó se haya convertido en la aldea global que hoy conocemos, se lo debemos a la red de información, periodística o no, que ahora nos ocupa. Fué su imprenta la que actuó como núcleo del entramado que fue reproduciéndose a lo largo de los siglos, nutriéndose de los nuevos inventos –radio, telégrafo, televisión, medios de transporte en general- que se integraban en él en forma de nodos de los que partirían nuevas ramificaciones para alcanzar cualquier punto del globo, reduciéndolo al nivel de aldea. Global, eso sí, pero aldea al fin y al cabo.

Por su fuerte relevancia, he sacado de la anterior enumeración de inventos a Internet y la informática en general. Con un crecimiento ligado al imperio Microsoft, ha sido determinante -como en su día la imprenta- para el desarrollo humano y para, también, disminuir las distancias entre las casas de la aldea.

Nunca podremos saber si convertirse en una de las figuras más determinantes del siglo, en sinónimo de fortuna o en el hombre que compara, en términos de placer, estar con su hija con un buen software entraba en los planes vitales del joven Gates, avispado ingeniero en Harvard; o ha sido el mero resultado del devenir de los acontecimientos. Lo que sí parece cierto es que el fruto de su trabajo cuenta con una solidez que para sí la quisieran muchos gobiernos, a la vista de las dificultades que para consolidarse en el sector tienen empresas similares y sistemas alternativos. Solidez que le ha permitido llegar a los lugares más recónditos del planeta, -a pesar de que Buthan se le resista con una tozudez conmovedora- hasta el punto de convertirse en toda una institución en la India.

A este reino de fibra óptica, virtual y sólido a partes iguales, se entregan las redacciones de los principales periódicos americanos para sobrevivir a la galopante caída de su número de lectores. Dedican cuantiosas sumas a sus ediciones digitales pero los nuevos seguidores son menos de los que perdió el papel y se ven obligados a seguir recortando plantilla y presupuestos. Lo único que parece claro es que la gente o ha dejado de leer, o ha sustituido el Post por las novelas de intrigas religiosas.

Según Rosenstiel, director del proyecto americano para la excelencia del periodismo, hay que encontrar la fórmula que combine las posibilidades de la red con el espíritu del buen periodista: “aquel que cuenta la verdad sin miedo ni favoritismos”, sentencia.

Algo habrá que hacer. Reducir el tamaño de los reportajes, buscar un tipo de letra más grande, sacar más fotos en color o, como en España, ofertar fabulosas cuberterías y baterías de cocina.

Mientras lo pensamos, no queda sino reirse



Esto es un simulacro

pues eso.